Iglesias pronunció un discurso profundo, sentido y emotivo, en el que puso toda la experiencia de su fe y su participación activa en la vida religiosa de la feligresía barreña.
La cita contó con la participación la Asociación Cultural Banda de Música ‘Maestro Infantes’ de Los Barrios.
Texto integro del Pregón
PREGÓN DE SEMANA SANTA
Año del Señor MMXXIV
a cargo de Darío Iglesias Muñoz
Domingo de Pasión, 17 de Marzo de 2024
-Villa de Los Barrios-
IN MEMORIAM
(Marcha -Siempre la Esperanza- Jesús Joaquín Espinosa de los Monteros)
A la feliz memoria de quienes nos han precedido en nuestro
peregrinar hacia el cielo. Aquellos que partieron de este mundo efímero
dejando nuestras almas un poco más frías, casi desnudas, a la intemperie. A
la feliz memoria de mis seres queridos y de los vuestros. Silencio y Paz.
A la memoria siempre agradecida de aquellos viejos cofrades que se
nos fueron, los que trabajaron, con dedicación y esmero, en nuestras
Hermandades y Cofradías. Algunos, viéndolas nacer acunando aquellos
incipientes corazones cofrades. Otros, cosiendo con hilos de paciencia y
constancia los primeros pasos que se daban sorteando más de un obstáculo
y cuantiosas dificultades. A la memoria de aquella gente que disfrutaron y
sufrieron con las cofradías, los que dejaron su vida entre las paredes de una
Casa de Hermandad, los que nos abrieron el camino de la Fe. Tanta buena
gente que ya están en la definitiva Estación de Penitencia con el cirio en
mano de la Luz perpetua, alumbrando, desde la eternidad, las calles y
plazas de este pueblo tricentenario y las avenidas inmortales de nuestras
almas. Todos y cada uno, a veces con penurias y escasos conocimientos,
trabajaron por la Semana Santa barreña. Es de justicia reconocer y recordar
que muchos de ellos dejaron jirones de su vida en sus Hermandades. Nunca
se nos olvide que “lo que el árbol tiene de florido, vive de lo que tiene
sepultado”.
A la memoria siempre eterna de Paca Pérez, Luís Paine, Lupe, Javier
y su tío Pepe la Loba, Isabel la Papela, Manuel Jesús Fernández, Juan José
Olgado, Luís Acosta, Carmela la costurera y su vecina María Antonia, Pepe
Correro, Paco Blanco, Francisco Pérez Borrego, Puri, Paca Gil, Juana
García, Alfonso Caravaca, el padre Llanes, D. Antonio Dorado y Don
Antonio Ceballos, y tantos otros que nos precedieron, que envejecieron y se
nos fueron.
Fueron llevados al país de la vida, a esa otra ciudad que
verdaderamente está sosegada y en calma y donde siempre es Semana
Santa. ¿Para qué hacer preguntas? Han muerto a esta vida que pasa pero,
sus almas, que son inmortales, no han muerto, descansan. Esta es nuestra
Fe, querido barreño. Si Cristo no ha resucitado, si todo termina con nuestro
último suspiro, ¿qué hacemos aquí sentados?
«Y creo en la Resurrección de los muertos, y en la Vida Eterna,
porque cada mañana sale esplendoroso el sol de la Esperanza y la Fe cual
flor de primavera”.
Señor de la vida, dueño del ayer y del mañana, sin preguntarnos, los
llevaste contigo a la Morada Santa y nosotros, cerramos nuestros ojos,
bajamos la frente y simplemente te decimos: Está bien. Así sea. Un abrazo
eterno. Silencio y Paz porque la muerte no es el final.
Responso dirigido por el P. Juan José
Con Fe y Esperanza confiemos ahora al amor de Dios nuestro Padre
a tantos hermanos nuestros, familiares y amigos, que murieron en la Paz de
Cristo. Por el Bautismo, fueron incorporados a la Iglesia, la Familia de
Cristo y, unidos a nuestra Comunidad, participaron en la Mesa del Señor.
Pidamos, pues, ahora a Dios que los alegre también en el Banquete de su
Reino y que puedan gozar de la vida gloriosa.
Oremos: Señor de la vida, acuérdate de nuestros hermanos que,
confiando en ti, han ido a su descanso eterno y, ya que este mundo acabó
para ellos, alégralos ahora en tu paraíso, donde no hay ni tristeza ni muerte,
donde todo es paz y alegría sin fin. Y a todos nosotros, danos la certeza de
que no están muertos sino que duermen, de que no han perdido la vida sino
que reposan, porque han sido llamados a la vida eterna por los siglos de los
siglos. Amén.
CON LA VENIA
Preciosa perla angelical, la que cayera del cielo en un vuelo celestial
a un querube que pasaba por estas tierras lejanas cuando perdíamos, en
revuelo, aquellas de Gibraltar. Por testigos: una ermita, el lentisco, el
alcornoque, el madroño, el verde acebuchal y una piedra por Montera que,
a lo lejos divisaba, cómo el hombre forastero venido de Gibraltar, se
asentaba en esta tierra queriéndola conquistar.
Las huellas en Bacinete del hombre antiguo, la naciente humanidad,
y los moriscos y los romanos, guardadas en la memoria de este rincón
gaditano, dejarían paso y lugar a los sueños y fracasos de esa perla del
rosario venida desde lo Alto y que hoy, sencillamente, llamamos Los
Barrios, pueblo mío y vuestro, belleza siempre antigua, hermosura siempre
nueva, andaluz, campesino, sencillo y hospitalario, joyero tricentenario que
va guardando los días, va atesorando los años, curtiendo las entretelas de su
corazón gaditano. Qué hermosura la tuya, Los Barrios, relicario que, en
Cuaresma, como cuentas de un rosario, vas contando los días, vas tachando
el calendario, para celebrar con gozo la Pasión del Nazareno, del Amante
más amado.
Desde esta sublime altura, desde este púlpito de quinarios, donde han
leído mis mayores, donde han cantado saetas Rosi Benítez, en paz descanse
y la garganta inmejorable de Eugenia Castro, yo ahora, con el alma
desnuda y con vértigo incontrolado, con humildad y respeto, valores que
son sagrados, sumido en emociones y con el corazón desgarrado, vengo a
pedirte, Los Barrios, que me concedas la venia, el permiso más loado.
Quiero contarte en Domingo, el día de los cristianos, lo que un barreño
siente cuando la Pasión se viene y los naranjos ya huelen al perfume más
andaluz, el aroma más santo.
Hoy, contemplando tu belleza, la de tus calles y campos, la de tu
gente sencilla y la de tu Torre-Campanario, testigo del presente y de los
tiempos pasados, me presento como cristiano, con apellido Cofrade y con
gustos gaditanos. ¡Dame la venia, Los Barrios! y déjame besarte hoy con
estos versos que huelen a incienso, canela y clavo. Yo dejaré besarme por
tus aromas templados, los que salen elegantemente de los obradores de
siempre para paladares refinados, rondando cada pisada, llegando hasta el
campanario. Hasta las cigüeñas esperan el olor de los pasteles y el de los
chicharrones dorados.
Déjame acariciarte y rozarme en tus mejillas, volar pisando tu alma
y, al vuelo de las campanas, pregonarte en la mañana la verdad más
verdadera, la Pasión del Nazareno, la de Aquel que mi alma anhela.
Déjame compartir contigo mi experiencia cofradiera, mis afanes y
mis empeños, aquello que me preocupa y, a veces, me quita el sueño.
Déjame contarte hoy lo que mi alma pretende, lo que por dentro me mueve
y la Esperanza hace que espere.
¡Que ya es primavera, Los Barrios! En Jerusalén, el mes de Nisán; en
el cielo, la luna llena, se acerca la Pascua judía, la golondrina regresa.
Dispuesto está el pan de Maruja para celebrar la Cena. Chicharrones no se
comen, que es vigilia, la tradición más vieja. Los lirios y los claveles
esperan, de amanecida, que Felipe los disponga, el Monumento ya brilla.
Chiquillos y costaleros, las mujeres de mantilla, las túnicas aireadas y las
primeras torrijas. Todo está dispuesto. Todo está preparado. Que no falte lo
más importante. Nuestro corazón abierto, nuestra alma presta, al instante.
Vaya que todo termine y, en menos que un gallo cante, todo siga igual en
nosotros y todo haya sido en balde.
No me hagas esperar más. Quisiera la venia alcanzar y en cualquiera
de tus azoteas poderte pregonar, y contemplarte y callarme y mirarte con el
alma quieta, con la mirada pura. Conviérteme de nuevo en niño y mírame
con cariño, abrázame con ternura. Y cuando tenga que partir te llevaría
conmigo y, desde aquellas tierras lejanas, eternales moradas, con el alma
regresaría, para decirte que era verdad lo que el Galileo decía.
Que hoy se calle la tristeza, que renazca la alegría. Que la Semana
Santa no es triste, mire usted, conocemos bien la historia y sabemos que
termina bien. Y aunque lo pase muy malamente, al final, el Hijo de la más
Guapa, resucita al tercer día, en Domingo, entre una plaza de toros y la
Iglesia de San Isidro.
Hoy vengo a confesarme, también a piropearte, a pregonarte las
verdades de la vida, las que muchos pisotean, maltratan y asesinan. La
verdad más verdadera: la que puede redimir al caído en la vereda, al
corrupto enloquecido y al que roba, envanecido, la dignidad del hombre en
la tierra. Hoy vengo a pregonar lo que da sentido a mi vida a pesar de mis
errores y de mis muchas caídas. La Verdad más estimable, más noble, más
sublime, más loable, más libre, eterna. La que nació en un establo en la
noche más bella, la que cantaron los ángeles y bailaron las estrellas, la que
lloró en un establo y, luego a los treinta años, sin merecerla, muriera. La
Verdad de Betania, donde nació la amistad sincera. La Verdad del cenáculo
y del huerto en luna llena. La Verdad del Calvario y de las mujeres en vela.
La Verdad del sepulcro y de un Domingo de Primavera, cuando el sol
naciente, al alba y en duermevelas, anunció que la Muerte apareció muerta
y que la Verdad más verdadera vive para siempre, también para el que no
crea. Y que esa Verdad es Cristo, mi Amor, mi Dulce Espera.
Que se abracen el cielo y la tierra, lo celestial y lo humano, que se
fragüen en un beso la devoción de este pueblo y la fe de mis hermanos y, al
compás de nuestra tierra, suene la Banda, la de Los Barrios, que recorra
nuestras calles el sentimiento más santo, el que nace desde dentro cada
Domingo de Ramos, el que se convierte en alegría cuando pasa una semana
el Domingo de amanecida.
Dame la venia, Los Barrios, Jerusalén por un momento, por siempre,
del Rosario, la que es amor puro y eterno, el primero de los sagrarios, la
Purísima Concepción, el Auxilio de mis calvarios, la Esperanza de mis
penas, la Luz de mi camino y la Paz que mi alma anhela. Dame el más
tierno consejo y cobíjame bajo tu manto, enciende mi corazón barreño y
llévame de tu mano. Ponme en los labios las palabras oportunas, sin
vanidades, con mesura. Dime lo que debo decir y lo que debo callar. Dame
agudeza para entender, sutileza al elogiar, eficacia para hablar, capacidad
para pregonar. Dame acierto al empezar, dirección al progresar, perfección
al acabar. ¡Qué Dios te salve, María, Sagrario de la Trinidad!
¡Coge la batuta barreño!, el mejor de los Infantes, Maestro por
excelencia de esta banda que es la nuestra de sones inmejorables.
Patrimonio de este pueblo, envidia del forastero, el alma se queda quieta,
parece que toca el cielo. Que se prepare la tuba, el oboe, la trompeta, los
clarinetes inquietos y la flauta travesera. Que suene por siempre Los
Barrios, que arda nuestro corazón, que la Fe nunca se muera, que se
encienda la devoción, abrid las puertas a Cristo, abridlas al Redentor.
¡Alza las manos, Maestro, y que suene en este Templo, en su 30
aniversario, “Encarnación Coronada” del Maestro Abel Moreno! Que no
empiece este pregón sin saludar a María y decirle con amor; “Que Dios te
salve, María”. Que es Domingo de Pasión. ¡Dame la venia Los Barrios, mi
pueblo, mi vida entera, mi admiración! “Que Dios te salve, María. No me
dejes, Madre mía, y dame tu bendición”.
(Marcha -Encarnación Coronada- Abel Moreno)
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